Se acaban de descubrir en los archivos vaticanos los manuscritos originales que recogen la historia de los mártires de Corea en el siglo XIX, una mirada a la historia de una Iglesia testigo de la fe en esta península asiática. Hace más de un siglo los manuscritos fueron traducidos y copiados.

Según informa la agencia católica asiática UCA News, los manuscritos, que suman varios miles de páginas, plasman los recuerdos de personas que estuvieron en contacto con cerca de 100 católicos condenados a muerte en la persecución que tuvo lugar durante el periodo Joseon, una época de fuerte influencia confuciana.

Según Ahn Jae-won, investigadora de la Universidad Nacional de Seúl, los asesinados se presentan en estos testimonios como personas de gran estoicismo ante la muerte. “Vamos a la muerte con una mente en paz, porque vamos al cielo” – una idea parecida que se lee en varios testimonios.

Aunque la existencia de estos manuscritos era bien conocida, no se tenía conocimiento de que estos documentos de los archivos vaticanos fueran los mismos originales. Sólo tras la publicación de un libro de la investigadora coreana sobre estos documentos, llamados Congregatio Riti Processus 4858, 4859, 5279, un colega de la misma observó las similitudes entre los textos.

Las traducciones latinas y francesas se habían considerado hasta el momento como los documentos oficiales. Los textos originales, escritos en alfabeto coreano, fueron traducidos al francés y al latín, entre 1882 y 1925 para los archivos vaticanos.

Los testimonios fueron reunidos por el mártir coreano y santo Hyeon Seok-mun, en los años posteriores a Gihaebakhae y Byeongobakhae, los nombres con que se denominó a dos persecuciones que tuvieron lugar en 1839 y 1846. Aunque a estas siguieron nuevas oleadas de persecuciones durante todo el siglo XIX, estas dos fueron distintas en su forma y en su propósito, según señalaba el profesor Gha Gi-jin, de la Yangeob Church Research Foundation. Mientras que la primera, la de 1839, fue un mediada calculada e impulsada por “aquellos que estaban en el poder y odiaban a la Iglesia”, la segunda fue un ataque más espontáneo, con la ejecución, por ejemplo, del primer sacerdote coreano, Andrés Kim Taegon.

Desde su introducción en Corea a partir de 1780, el catolicismo fue visto con suspicacia al enfrentarse a enseñanzas de Confucio tales como las divisiones jerárquicas de sexo y clase. Percibido como una amenaza a la autoridad y al orden social, la clase dominante coreana pronto prohibió las expresiones públicas de la fe. Las muertes comenzaron en 1791, con la ejecución de algunos católicos que se negaron a llevar a cabo los ritos ancestrales tradicionales. Según la Conferencia Episcopal Coreana, más de 10.000 católicos fueron asesinados sólo entre 1801 y 1866.

Los manuscritos también tienen un gran valor histórico, al mostrar una imagen de la modernización de Corea y unas opiniones sobre la democracia y la libertad de expresión notablemente avanzadas para su época, comenta la investigadora Ahn. El contenido de estos escritos es también notable por su descripción de Corea, sometida siempre a poderosas fuerzas extranjeras, como un país independiente.

“Cuando leemos los documentos de los jesuitas, desde el siglo XVII al XIX, vemos que describían Corea como una tierra que pertenecía a una provincia china. Pero en este texto, Corea era reconocida como un reino independiente”, señalaba la estudiosa coreana.

El descubrimiento ha elevado las expectativas de lograr nuevos hallazgos relacionados con esta época histórica. Un documento importante, en este sentido, es la obra de San Marie-Nicolas-Antoine Daveluy, un obispo francés misionero que también documentó la persecución católica en Corea.