Mundo

Martes, 17 febrero 2015 05:26

Ángelus: El bien contagia

A mediodía, al final de la misa celebrada en la basílica vaticana con los cardenales, el Papa se asomó a la ventana de su estudio en el palacio apostólico para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Francisco retomó el tema tratado en su homilía, la compasión y la misericordia de Cristo ante todo tipo de mal en el cuerpo y en el espíritu, partiendo del pasaje evangélico de la curación del leproso.

``La misericordia de Dios -dijo- supera cualquier barrera y la mano de Jesús toca al leproso. Jesús no se coloca a una distancia de seguridad y no actúa por poderes: se expone directamente al contagio de nuestro mal y, precisamente así nuestro mal se convierte en el punto de contacto: Él, Jesús, toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros tomamos de Él su humanidad sana y sanadora. Esto ocurre cada vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos “toca” y nos da su gracia. En este caso pensamos especialmente en el Sacramento de la Reconciliación, que nos cura de la lepra del pecado``.

``Una vez más el Evangelio -prosiguió- nos enseña que hace Dios frente a nuestro mal: Dios no viene a “dar una lección” sobre el dolor, ni tampoco a eliminar del mundo el sufrimiento y la muerte; viene, más bien, a cargar sobre sí el peso de nuestra condición humana, a llevarla hasta el fondo, para librarnos de manera radical y definitiva. Cristo combate los males y los sufrimientos del mundo haciéndose cargo de ellos y venciéndolos con la fuerza de la misericordia de Dios``.

A nosotros, hoy, el Evangelio de la curación del leproso nos dice que, si queremos ser ``verdaderos discípulos de Jesús, estamos llamados a convertirnos, unidos a Él, en instrumentos de su amor misericordioso, superando todo tipo de marginación. Para ser “imitadores de Cristo” frente a un pobre o a un enfermo, no debemos tener miedo de mirarlo a los ojos y de acercarnos con ternura y compasión, y de tocarlo y de abrazarlo``, explicó el Papa, diciendo después que a menudo pedía a las personas que ayudaban a los demás que lo hicieran ``mirándolas a los ojos, sin tener miedo de tocarlos`` y que el gesto de ayuda fuera también ``un gesto de comunicación``.

``También nosotros necesitamos que ellos nos acojan -concluyó- Un gesto de ternura, un gesto de compasión`` porque ``Si el mal es contagioso, también lo es el bien. Por lo tanto, es necesario que abunde en nosotros, cada vez más, el bien. Dejémonos contagiar por el bien y ¡contagiemos el bien!``.

Después de rezar el Ángelus, el Santo Padre manifestó su deseo de serenidad y paz a todos los hombres y mujeres de Extremo Oriente y de diversas partes del mundo que se preparan a celebrar el año nuevo lunar. ``Estas festividades -señaló- os brindan la feliz ocasión de redescubrir y de vivir de modo intenso la fraternidad, que es vínculo precioso de la vida familiar y fundamento de la vida social. ¡Que este retorno anual a las raíces de la persona y de la familia ayude a esos pueblos a construir una sociedad donde se tejen relaciones interpersonales orientadas al respeto, a la justicia y a la caridad!``.

Por último, saludó en particular a todas las personas que habían venido a Roma con motivo del consistorio y para acompañar a los nuevos cardenales y dio las gracias a los países que estuvieron presentes en ese evento con sus delegaciones oficiales. Francisco terminó pidiendo a los fieles y peregrinos de la Plaza un aplauso para los nuevos purpurados.

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