``En el segundo domingo de Cuaresma, la Iglesia nos indica la meta de este itinerario de conversión, es decir, la participación en la gloria de Cristo``. Son las palabras del Papa antes del rezo del Ángelus dominical y a su regreso de la semana de ejercicios espirituales, con las que recordó también que el Evangelio del pasado domingo nos presentaba a Jesús en el desierto, victorioso tras haber sido tentado por Satanás.
``Hoy el Evangelio -continuó- relata el episodio de la Transfiguración, al culmen del ministerio público del Señor Jesús, en su camino hacia Jerusalén donde se cumplirán las profecías del “Siervo de Dios”, y se consumará su sacrificio redentor``. Francisco recordó como ni la multitud, ni los apóstoles, entendían que el éxito de la misión de Jesús fuera la pasión gloriosa, y cómo Éste decidió entonces mostrar un anticipo de su Gloria a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, para confirmarlos en su fe y animarlos a seguirlo en el camino de la prueba, en el camino de la Cruz. ``Desde el cielo -añadió- se escuchó la Voz del Padre: Éste es mi Hijo querido. El amado. Escúchenlo``.
El Papa explicó que escuchar a Cristo comporta asumir la lógica de su misterio pascual, poniéndonos en camino con Él para hacer de nuestra propia existencia un don de amor a los demás, en obediencia dócil a la voluntad de Dios Padre, con una actitud de desprendimiento de las cosas mundanas, y de libertad interior. ``Comporta el estar listos a perder la propia vida, entregándola, para que todos los hombres se salven y así encontrar la felicidad eterna. En medio, habrá siempre una cruz, la de las pruebas, pero al final siempre nos lleva a la felicidad``. Finalmente, el Pontífice animó a todos a dejarse transfigurar por el amor, capaz de transfigurar todo, e invocar a la Virgen María para que nos sostenga en este camino.