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Viernes, 20 marzo 2015 04:07

El Card. Poli destaca a san José como varón justo y humilde

Como sucede cada 19 de marzo, cientos de fieles comenzaron a llegar desde temprano a la basílica de San José, en el barrio porteño de Flores, para participar de las celebraciones y honras al glorioso patriarca, patrono de la Iglesia universal.

El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario A. Poli, presidió la solemne misa, celebrada a las 11, con el santuario desbordante de peregrinos y devotos que se acercaron a rezar ante la estatua del santo y depositaban plegarias y ruegos en una caja transparente.

Luego de la proclamación del Evangelio, el cardenal Poli procedió a predicar desde el altar, dada la reducción del espacio que hay en el presbiterio por las obras de recuperación de la basílica. El arzobispo porteño reflexionó sobre la justicia y la humildad, dos virtudes bien presentes en san José.

San José, varón justo
El arzobispo de Buenos Aires destacó el elogio que el evangelista san Mateo hace de José al llamarlo “varón justo”. Explicó que el justo, en el Antiguo Testamento, es quien observa y vive la Ley, ama a Dios y al prójimo y busca vivir conforme a la voluntad de Dios.

“Los justos son los que viven pendientes de la Palabra de Dios: la hacen pasar por el corazón, por su memoria, y viven según la Palabra. El justo es el que se complace en la Palabra del Señor y la medita de día y de noche. Él es como un árbol que da fruto a su debido tiempo y cuyas hojas no se marchitan. Todo lo que hace el justo le sale bien”, aseguró el purpurado.

El celebrante también calificó a san José como “el puente entre la promesa que Dios hizo a David y la llegada del Mesías”, el intermediario que se puso a disposición del cumplimiento de la promesa. Y desde allí habló sobre el amor de san José, que prefirió abandonar a María antes que denunciarla, sin conocer aún el misterio que Dios le guardaba.

“Nosotros tenemos un dicho, que reza «pueblo chico... infierno grande». Así también era Nazaret: todo se sabe, especialmente lo que el rumor de matronas y chismosos hace correr. Y así llegó a la carpintería de san José la noticia de su novia embarazada. José ignora el origen de su hijo. Según la Ley, podía elegir entre un acto jurídico y público para denunciar a María ante un Tribunal, o un acto privado”, expresó el arzobispo.

“Sabemos que, de haberla denunciado, María y su Niño hubieran muerto lapidados”, observó. “Pero José, aún en el momento de desolación, ama a María. Por eso decide abandonarla, porque no quería exponerla a una vergüenza pública. La justicia no se puede separar de la misericordia, porque así lo aprendió de las Escrituras. José suspende el juicio, porque se trata de su amada María. Prefiere alejarse en silencio, actitud permanente en la vida de José. ¡Cuánto más, cuando el misterio le pasa por encima! Su actitud lo hace capaz de recibir un mensaje tan inesperado como creíble: Dios le revela la verdad de los hechos por medio del Ángel, pero en sueños…”, comentó el arzobispo-

“¿Creen en todos los sueños que tienen?”, preguntó a los fieles presentes. “José sí cree el sueño, porque este sueño fue del Espíritu. Quien lo recibe es un varón que no está negado al misterio, sino que, por el contrario, tiene una personalidad abierta a lo divino, con capacidad para discernir el mensaje que viene de lo alto, el lenguaje de Dios. Es por eso que su fe responde inmediatamente al Ángel y le cree al punto de desandar el camino que lo separaba de María y vuelve a su lado. Una vez más, no hay palabras sino gestos de un hombre que está dispuesto a responder como esposo y padre”, dijo.

La oración de la humildad
El cardenal Poli preguntó a los peregrinos si conocían oraciones a san José. Muchos asintieron con la cabeza, mientras el purpurado contaba una anécdota sucedida en el subterráneo de Buenos Aires años atrás.

“Hace un par de años, un sacerdote me regaló una estampita que perdí. Y una vez andando en subte, -vieron que hay chicos que venden estampitas-, y tienen sus recursos: apoyan el cartón en la rodilla de uno, en la falda de las chicas, en la cartera, y después pasan”, comentó el arzobispo. “A veces –añadió- les acepto la estampita y otras veces no, pero esta vez la tomé. ¡Qué suerte! Por unas moneditas compré algo muy grande””.

La estampita a la que se refirió el arzobispo contenía una oración de la humildad de san José, que repitió pausadamente para rezar junto con los feligreses. La oración dice: Enséñanos, san José, cómo se es no-protagonista, cómo se avanza sin pisotear al prójimo, cómo se colabora sin imponerse, cómo se ama sin reclamar. Dinos san José, cómo se vive siendo número dos, cómo se hacen cosas fenomenales en un segundo puesto, como vos. Explícanos esto, san José: ¿cómo se es grande sin exhibirse? ¿Cómo se lucha sin aplausos? ¿Cómo se avanza sin publicidad? ¿Cómo se avanza sin esperar aplausos?

“¡San José, ruega por nosotros! ¡San José, ruega por nosotros! ¡San José, ruega por nosotros!”, exclamó antes de concluir la homilía.

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