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Martes, 07 abril 2015 04:55

Mons. Arancedo alienta a los sacerdotes a tener a Dios en el centro de sus vidas

Los sacerdotes diocesanos y religiosos se reunieron en la tarde del Miércoles Santo en la catedral de Todos los Santos para participar de la misa crismal presidida por el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo.

En su homilía, monseñor Arancedo reflexionó sobre el ministerio sacerdotal. Los invitó a ser conscientes de esa grandeza, a pesar de la propia fragilidad, y ser testigos de la redención. “Nuestra consagración está llamada a ser vivida en Cristo y al servicio de nuestros hermanos”, subrayó el prelado.

Monseñor Arancedo también invitó a mirar a Jesús, el Buen Pastor: “A Él siempre debemos volver para renovar ese officium amoris que es la caridad pastoral. El pastor conoce, ama, congrega, cura a la enferma, busca a la alejada, da su vida. Este camino es signo de madurez y paternidad en el pastor y, al mismo tiempo, fuente de su alegría sacerdotal”.

“Al buen pastor –añadió- no se le endurece el corazón por el sabor amargo de una experiencia ni por una ofensa recibida, él cree y vive de la gracia siempre nueva del perdón y la reconciliación. Esta verdad de fe, incluso en momentos de cruz, lo hace testigo del triunfo de Jesucristo. Lo definitivo para él es la Pascua de Cristo, no su experiencia”.

El arzobispo santafesino también instó a los sacerdotes a practicar y predicar la misericordia y recordó los objetivos del Plan de Pastoral: la familia, la juventud, la pastoral social, la cultura y la educación. El celebrante recordó que “no hay plan de pastoral sin pastores comprometidos”, y llamó a evaluar el camino recorrido en estas áreas de la tarea sacerdotal.

Monseñor Arancedo invitó a los sacerdotes a anunciar “el Evangelio de la familia”, al que definió como “uno de los mayores servicios que la Iglesia hoy le ofrece al mundo”. En referencia a la Pastoral Social, pidió atender los barrios más carenciados de Santa Fe y advirtió el avance de la droga, sobre todo en los jóvenes.

“La Iglesia no puede estar ausente con su palabra, denuncia y testimonio. El drogadicto es un hermano herido”, sostuvo el arzobispo, quien también destacó la necesidad de encarnar el evangelio en la cultura actual a través de la educación.

Finalmente, el arzobispo les pidió que sepan jerarquizar y ordenar sus tiempos, y que Dios sea siempre el centro de sus vidas y de cada día.

“Sólo en Él encontraremos la fuerza y la luz de su Espíritu para vivir nuestro ministerio con alegría y en clave del Reino de Dios. Vivamos con gratitud y generosidad el don recibido”, concluyó el prelado.

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