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Viernes, 17 abril 2015 06:21

La Pascua según un chico del barrio más pobre de Camboya

El padre Mario Ghezzi es un misionero italiano cuya misión está en Camboya. Es un sacerdote del PIME, el Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras. Desde Phnom Penh ha escrito una carta para hablar de Lay, un chico camboyano. Como dice el misionero, en el gesto de este chico se encuentra la Pascua:

“Lay, 17 años. Viene de ‘Lago 94’, una de las zonas más pobres que haya visto jamás, una periferia del mundo a la que no llega ningún tipo de servicio ya sea de agua, electricidad, alcantarillado, carretera, escuela o pagoda; simplemente nada, aparte de las más de 150 familias que las olas más violentas de la vida han arrojado allí. Lay no es todavía cristiano. Está aprendiendo a conocer a Jesús a través de la pequeña comunidad de Ampau Prey, a la que voy cada domingo. Hace unos años, salió de ‘Lago 94’ gracias a la bondad de Thary, una señora católica que ha ‘adoptado’ a una treintena de estos olvidados por el mundo, pero no por Dios, y los ha llevado a Ampau Prey para poderlos enviar a la escuela. Lay comienza una vida de compromiso cotidiano, cuidado de la propia persona, limpieza de los lugares en los que vive, relaciones personales que mantener y cultivar, estudio serio y constante y conocimiento lento y gradual de la vida cristiana, del modo de vivir de los cristianos.

Descubre, en un determinado momento, que tiene problemas de vista, pero no se atreve a decírselo a Thary, porque ya está recibiendo mucho de ella, demasiado para lo que podía esperar de la vida. Por eso, decide callarse y ahorrar 5 dólares para comprarse un par de gafas. Pasan algunos meses y llega a la fatídica cantidad. Parte en bicicleta y pedalea bajo el sol camboyano 20 kilómetros para llegar a la ciudad de Ta Khmau, donde se encuentra el primer oculista disponible. Entra y pregunta el precio de un par de gafas, las más económicas, obviamente. El oculista le responde con una palabra que para Lay debe haber sonado como una derrota insuperable: ¡7 dólares, con menos no se compra nada! Desconsolado, sale del oculista, mira alrededor y ve a un pobre sentado y hambriento. No piensa en la pequeña derrota que hace un instante acaba de sufrir: se mete la mano en el bolsillo, saca los 5 dólares y se los da al pobre…

El oculista ve la escena, impresionado; vuelve a llamar a Lay a su tienda y le regala un par de gafas… Así es como funciona la lógica de la Providencia y de la Resurrección. Esta es una Pascua sencilla que se ha consumado y ha florecido en la sencillez de este chico y en su gesto de gratuidad. Dios, después, se ha ocupado de recompensarlo. ¿Y qué es lo que se habrá conmovido en el corazón del joven oculista que se ha visto implicado, sin quererlo, en esta Pascua de Resurrección que ha tenido lugar en su negocio? El testimonio que Dios nos pide dar tiene los tonos y la fuerza de esta sencillez que desarma. Tiene los colores del silencio de Jesús ante Pilato y ante la multitud que frente a los gritos y amenazas dice: mis gafas no son nada frente al hambre de este pobre.

Este año Lay terminará la secundaria. Después, lo enviaremos a Phnom Penh al instituto. Debe recibir una buena educación porque sueña con convertirse en médico. Esperamos poderlo ayudar, porque un médico en Camboya con un corazón así no se encuentra todos los días. Buena Pascua a todos”.

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