TV Aparecida, emisora de carácter nacional de Brasil, grabó, durante dos semanas, y emitió el pasado 15 de abril -después de la apertura de la Asamblea Anual de la Conferencia Episcopal- un extenso reportaje en el que se dan a conocer los principales desafíos que afronta la Iglesia en la isla de Marajó, representada por su obispo, el agustino recoleto José Luis Azcona. Un reportaje que trae a la luz las amenazas que sufre la Iglesia y los misioneros por su lucha por los derechos humanos de los menores, según explican los Agustinos Recoletos.

La isla de Marajó se encuentra al norte del estado de Pará, en la desembocadura del Amazonas, y su Prelatura está compuesta por nueve municipios, una población de más de 300.000 habitantes y una extensión de 86.000 kilómetros cuadrados, casi el tamaño de Portugal.

Con esta inmensa extensión del lugar, no son pocas las dificultades con que la Iglesia se enfrenta. Tras poner la hamaca en el barco, José Luis Azcona está preparado para 14 horas de navegación desde la capital de Pará, Belém, hasta la ciudad de Portel, en el archipiélago de Marajó.

Natural de Pamplona, el obispo Azcona está desde hace treinta años en la región. De esas tres décadas, 28 años fueron dedicados a su servicio episcopal en la Prelatura de Marajó. Así explica cómo llegó al lugar: “El prior provincial de la Provincia de Santo Tomás de Villanueva pidió voluntarios para Marajó, y yo pensé: Qué bien, llegó el momento. Había sido un sueño durante toda mi vida, así que fue un sí dado con toda valentía promovido por el Espíritu Santo, y hasta el día de hoy no me he arrepentido”.

Tanto en Portel como en los otros municipios, la población registra datos consecuentes con la desestructuración familiar imperante. Los derechos de los niños y adolescentes son constantemente violados, y muchas veces los autores son los propios padres.

En el reportaje aparecen los conmovedores, chocantes y terribles testimonios de niñas y niños que han sufrido desde la más tierna infancia abusos sexuales dentro del ámbito familiar o por conocidos de sus familiares, amenazas en caso de contar lo que ocurría, violencia de todo tipo, trabajo infantil esclavo en la agricultura.

El obispo agustino recoleto José Azcona tuvo conocimiento de los casos en 2005. Desde entonces inició un combate contra la explotación sexual infantil: “Hasta el año 2005 eran rarísimas las denuncias que podían llegar a mis oídos sobre explotación sexual. Pero a partir de ese año comienzan a intensificarse las denuncias y los casos horribles constatados y de que era algo gravísimo no solamente en Marajó, sino en todo el estado de Pará”, dice el obispo.

El tráfico de personas es otra realidad. La Campaña de la Fraternidad de la Iglesia Católica en el año 2014 recordó esta amenaza contra los derechos humanos, y la Iglesia en Pará no se ha quedado de brazos cruzados.

“La Iglesia tiene el papel de no dejar que se silencien las injusticias que ocurren; pero también eso provoca que religiosos, religiosas y algunos laicos queden en una situación de extrema vulnerabilidad. Para hacerse una idea, en el estado de Pará tenemos a tres obispos amenazados de muerte; no es casual, es precisamente consecuencia de esa misión profética de la Iglesia en la Amazonia”, dice Felício Pontes, el fiscal general de la República para el Estado de Pará.

El obispo Azcona lo recuerda: “El pensamiento de la muerte me acompaña siempre; pero también he de decir que, con la ayuda de Dios, nunca he perdido siquiera un solo minuto de sueño. Si un día Él me llama a dar testimonio por este pueblo pobre, estas ovejas que son de Cristo, pero completamente abandonadas y heridas, compradas y vendidas a cualquier precio, ese día sería el mejor acto que puedo hacer, nada hay mejor que pudiera hacer en mi vida que morir por aquellas ovejas que Cristo me encomendó”.