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Viernes, 19 diciembre 2014 00:00

“Donde se encuentra la vida”, allí trabaja la misionera Julia Aguiar, en Benín

“Donde se encuentra la vida”, allí trabaja la misionera Julia Aguiar, en Benín

La religiosa española Julia Aguiar García, natural de Villar de Barrio, Ourense, es el alma del hospital sanitario y nutricional Gbèmontin en Zagnanado, Benín, creado y dirigido por las hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, conocido por ser pionero en el tratamiento de la úlcera de Buruli.

Junto con sus hermanas de congregación, Dioni, Alphonsine , Gracia, Lola y todo el personal de este centro sanitario, nos escriben haciéndonos partícipes de lo que ellas llaman “la realidad de la vida cotidiana” en ese lugar de África.

“Sin duda os acordáis lo que quiere decir GBEMONTIN, el nombre de nuestro centro: ‘donde se encuentra la vida’. No es un nombre fácil: exige no bajar jamás, los brazos aunque se pueda sentir la fatiga. Nombre que obliga también a reconocer que es OTRO quien nos lleva y nos permite responder a la llamada de los más pequeños, que no pueden elegir cuando la enfermedad se ceba en ellos. Un nombre pesado de llevar cuando la situación sanitaria del país es tan poco eficaz que nos encontramos inválidos por casos desesperados, que con frecuencia están decididos a no luchar más en la búsqueda de la salud. ‘No tenemos el derecho de abandonar una vez más’… sin embargo, hemos de reconocerlo, aún con dolor en el corazón, que no somos DIOS, sino solamente sus pequeños servidores, y que la vida no nos pertenece.

El pasado domingo, a causa, de constantes interrupciones de corriente eléctrica, de subidas bruscas de tensión en las instalaciones generales del país, uno de nuestros congeladores estalló y el fuego se cebó en uno de los almacenes lleno todo él de elementos inflamables (toda la reserva de compresas, vendas, paños quirúrgicos, etc…).

Más de 26 millones CFA (40 000 Є) convertidos en humos en una hora. Un golpe duro, y también la ocasión de sentir la presencia de amigos, también los acompañantes de los enfermos, que no dudaron de correr todos los peligros para salvar lo que fuera posible.

Es cierto que la confianza de los enfermos y de sus familias hace con frecuencia verdaderos milagros y que la vida puede desafiar a la muerte, aun en los casos extremos. Cuando vemos sobre todo en niños con quemaduras verdaderamente graves, que es necesario, injertar una y otra vez, y que lo soportan con una sonrisa no es posible no maravillarse. ‘En la escuela de estos pequeños’ aprendemos a maravillarnos, donde solo podríamos descubrir horror, desesperación y rebelión.

‘La realidad de la vida cotidiana a Gbemontin nos abre a la esperanza incluso cuando el horizonte parece cerrado’. A causa de razones personales, nuestros amigos el doctor Víctor y su esposa Marie Pierre han tenido que renunciar, al menos por el momento, a su proyecto de inserción en Zagnanado. Una prueba dura para ellos como para nosotros. Pero la vida debe continuar; los enfermos, los niños están ahí y Dios mismo nos hace una señal. Hay que darle confianza y continuar.

El mismo día de su partida, amigos de Italia nos ofrecieron la suma necesaria para el nuevo centro para niños enfermos motor-cerebrales que Marie Pierre se ha preparado para animar y dirigir, ‘Centre vies d’enfants’. Lo necesario en estructuras esta hoy terminado y los niños con sus mamás esperan, pues en la región nadie se ocupa de ellos. ‘¡No sabemos todavía quién va dirigir el centro pero’ se abrirá! ¡DIOS se ocupa de ello! Orad con nosotras.

A Gbemontin la fila de consultas se alarga cada semana, y las urgencias quirúrgicas, que fueron excepcionales se suceden a un ritmo cada vez más próximo.

Por otra parte, la misiones quirúrgicas que vienen de Italia, de Francia, de España dudan a causa de los riesgos posibles a sufrir: riesgos de seguridad (Alcaïda…) o sanitarios (Ébola). Pero la experiencia nos muestra que cuando las situaciones parecen más oscuras y desesperadas la luz se hace más próxima. Es necesario solamente mantener el ritmo de cada día. En el pasado octubre 2 jóvenes beninesas, se consagraron definitivamente en la congregación. Las hermanas Odette y Alphonsine. Esta última se incorpora a Gbemontin. Lo mismo que la hermana Grâce que ha terminado los estudios en la Escuela de Administración.

Se diría que como siempre o más que nunca, la mano de DIOS se descubre a cada paso, en el problema más grande o el más pequeño que se nos presente: promoción de la mujer, de jóvenes, escolarización de pequeños y de grandes, talleres que comienzan, otros que continúan. El tiempo ha pasado y la primera y pequeña escuela que vimos nacer con 24 niños en Dovi- Dissigo ha sido seguida de tantas otras extendidas en los poblados más alejados. No es fácil la tarea para los maestros, ya que el Estado no se hace responsable de la situación. No siempre el salario llega y sus problemas no son tenidos en cuenta.

Los dos Colegios de Enseñanza general (CEG) que gracias a vosotros comenzaron hace 7 años tienen ya su primera promoción de cara al BAC. En Dissigo el número total de alumnos es de 586. Solo en el curso Terminal son 127. Los alumnos llegan de poblados muy alejados lo que exige encontrar un lugar, una familia, amigos, donde poder alojarse durante la semana. Los viernes por la tarde vuelven a su casa, para regresar de nuevo el lunes, con lo necesario para comer durante la semana, y seguir las clases en el colegio. Dignos de admiración tanto los alumnos (los jóvenes) como las familias que los acogen.
El pasado julio, una fuerte tormenta: Viento, lluvia truenos… arrancó, literalmente, una escuelita en un poblado: IGBO-OLA, en plena sabana. El maestro viendo el ‘aparato eléctrico’, desalojó la escuela. Los niños partieron.

Y en ese momento la escuelita ‘subió… y descendió’. La Providencia después de haber salvado la vida de todos los niños, nos envió ‘medios’ para hacer una verdadera escuelita, que ya en octubre pudo albergar a los niños. Ese primer día de escuela fue fiesta en todo el poblado. Y continuamos con ilusión siempre, con fatiga también, pero sin cruzar los brazos ni silenciar nuestras palabras en la bella tarea de evangelización; de escuchar y acompañar a los jóvenes, en la formación de catequistas. Acoger el Evangelio, mostrar el Evangelio, vivir ‘La Alegría del Evangelio’, merece la pena.

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